El suelo de Margaux es el más fino del Médoc, con la mayor proporción de grava gruesa. En lo que respecta a los nutrientes, es el que menos tiene que ofrecer a la cepa, pero posee un buen drenaje, incluso en años lluviosos. El resultado son vinos que inician su existencia con relativa flexibilidad, aunque en años pobres tienden a “enflaquecer”. No obstante, en años buenos o excelentes, todos los comentarios sobre las virtudes de la grava están justificados: el buen Margaux posee tal delicadeza y una fragancia tan encantadoramente dulce, que los convierten en el Burdeos más exquisito.
Por muchas razones, esta franja del extremo meridional del Alto-Médoc produce los mejores vinos. Margaux contiene una densa concentración de Crus Classés que continúa con las aldeas de Issan, Cantenac y Labarde. El mapa muestra aquí una visión completamente diferente a la de Pauillac o de St-Julien. En lugar de que los Châteaux se hallen regularmente diseminados por todas las tierras, aquí están todos apiñados alrededor del pueblo.
Un examen de los casi insostenibles volúmenes de mapas con que cuenta la alcaldía muestra un grado de imbricación de una finca con otra mucho mayor que, por ejemplo, en Pauillac. Por lo tanto, si uno desea explicar las diferencias entre uno y otro Château, tendrá que observar los cambios habidos en la técnica y la tradición, en vez de considerar los diferentes suelos.