Les Garrigues
El olivo está presente en todas partes junto con el almendro y algunos viñedos dispersos. Los desniveles del terreno están ordenados sistemáticamente mediante terrazas y aprovechados para el cultivo, gracias, a sus perfectos márgenes hechos de piedras trabajadas de color de tierra claro, ligeramente rosado, que pone un contrapunto de orden y de forma en el abigarrado aspecto del paisaje natural. Una de las curiosidades son las barracas de campo, que salpican todo el paisaje de la comarca. Son construcciones de una gran simplicidad y belleza, donde antiguamente, cuando no había tractores y el emplazamiento de las fincas con los pueblos no permitía recorrer diariamente la distancia, servían para guarecer a la pandilla de cogedores de olivas en la época de la recogida.
Los largos atardeceres pasados en estas cabañas, al calor de una buena fogata, son el origen de la abundancia y rico folklore aceitero de la comarca. Pero todos los pueblos de esta zona tienen un aire común y especialmente particular: son pueblos épicos y caballerescos, con orgullosos castillos –la mayoría derruidos por el paso del tiempo- pero con un encanto especial. Una explotación parecida a la que nos encontramos en al zona del Priorat. El aspecto de esta tierra es austero, duro y digno. Los veranos cálidos son seguidos por inviernos lo suficientemente fríos para la eliminación de la mayor parte de las plagas que atacan a los olivos. Esta es una de las razones por las cuales en las propiedades de Veá el uso de productos fitosanitarios es mínimo.
Tierra de historia donde Julio Cesar, general victorioso y hombre de gobierno, nos la describe ya en su obra De Bello Civili, donde nos explica la célebre batalla de Ilerda, victoriosa y triunfalista sobre los ejércitos de Pompeyo, gracias a unas marchas y contramarchas estudiadas estratégicamente, donde nos relata ya la orografía de la comarca.
Les Garrigues conserva intacto su paisaje, pero desprovisto en aquel tiempo remoto, de las olivas arbequinas, que actualmente son símbolo de paz y de trabajo en esta misma zona, donde tuvo lugar la batalla de Ilerda.
La visita de los pueblos, las conversaciones con la gente y la penetración en el paisaje, nos hacen apreciar más todas aquellas cosas naturales que salen del contacto directo del hombre con la Naturaleza.